«Tú primero y luego ya veremos. Límites personales»

Te lo confieso… en unos días me voy a trabajar mi etiqueta más limitante: “soy madre”.

Ser madre es una revisión continua de quién soy.

En esta “magia” de maternar, hay un pequeño hechizo que siempre te atrapa: a veces te olvidas de quién eres y hacia dónde vas.

Esa maravillosa frase de “cuando nace un bebé, también nace una madre”, se olvida de un pequeño detalle: RE-nace una mujer que tarda varios años en reencontrarse.

Tal vez, saber qué me pertenece y qué no, es de las cosas más complicadas; dónde están realmente mis límites personales.

Los límites personales en la maternidad, tienen un gran enemigo: el mito de la “buena madre”.

Ser “buena madre” implica no tenerte en cuenta en un alto porcentaje de las veces en las que hay que elegir, y si eliges hacia ti, ya caes en la “mala madre”.

Porque claro… ¿qué es ser un buen o mal padre? A esto no voy a dedicar ni una sola línea.

Marcar mis propios límites personales como madre, implica muchas veces haber rozado el cansancio extremo, el abandono extremo o la soledad extrema.

Hasta que no reventamos no paramos, y esto no puede ser.

Se nos ha hecho creer entre anuncios de detergentes y series pastelosas, que nuestro lugar es totalmente fuera de nosotras mismas.

Siempre disponibles, siempre en alerta; no tenemos lugar para un reset.

Nos han hecho creer también que somos como la CPU de la NASA, sobrecargando nuestra memoria RAM… y ni un hueco dejamos para algo 100% personal, es decir, para mí en exclusiva.

¿Cómo nos dicen que debemos marcar nuestros límites? Con el autocuidado.

Si, claro, pero un autocuidado expresado desde la parte masculina: ponte bella, hazte un masajito que después tendrás que volver a partirte el lomo durante horas, agenda un planazo para hacerte un spa de uñas… pero tías…sinceramente, yo el spa lo necesito a nivel mental.

Pero cómo vamos a desconectar si nos han dicho que “tener un hijo es tener el corazón fuera del cuerpo”

¿¡Perdona!?

Que a los hijos los queremos infinito no hay la menor duda, pero no quererme a mi misma, es no querer a nadie.

¿De qué manera entonces puedo empezar a investigar acerca de mis propios límites sin petar?

3 puntos clave:

¿Te apetece de verdad o crees que deberías estar/hacerlo?

“Es que mis padres/suegros nos piden que comamos juntos los domingos”

 Y entendiendo que es muy bonito pasar tiempo en familia y que los “abuelos deberían ser eternos” (algunos, otros no). ¿Qué os apetece a vosotros, a ti como familia? ¿Comprar un par de pollos y pasar la tarde en el sofá? ¿Pueden ir ellos y tú no? (Esto último yo lo hago mucho)

Que a ellos les apetezca mucho algo, no significa que debas hacerlo. Tu amor no se debe medir en lo que haces por ellos, sino en el cuidado que pones en cuidar de la relación. Y eso implica que te apetezca de verdad y a veces, no estar.

¿Pensarán que no los quiero lo suficiente?

Aquí te cuento algo personal.

Desde la educación respetuosa y consciente, siempre hablamos de que el amor hacia nuestros hijos e hijas no puede ser condicionado.

Si tenemos miedo a defraudar a nuestros hijos e hijas por no hacer algo, estamos en el sentido inverso: condicionamos el suyo hacia nosotras.

Y hay que sembrar con el ejemplo siempre.

Hace unos días, hicimos unos helados naturales, los de mi hija de sandía y los de mi hijo de plátano.

A mi hijo, no le gustó el resultado y por no “herir mis sentimientos” decía que no le apetecía el helado, así que le pregunté directamente:

“-L, ¿no te gusta el sabor que ha quedado? No pasa nada, podemos probar otra cosa.

-Mamá, es que me los has hecho con tanto cariño, que me daba miedo herirte”

Lo abracé y le dije: “-Que no se vaya mi amor por un helado de plátano”

Y de esta forma, es la más sencilla de decir “aunque no haga lo que tú quieres, no significa que no te quiera”

¿Me puede no dar la gana?

¡Y tanto que sí!

¿Debe haber siempre una explicación o una excusa?

Pues no.

En cuanto a límites personales, cuantas menos explicaciones, mayor libertad.

Hay ocasiones en que cambiamos tanto, que no reconocemos al otro, en general a amistades y a veces, infelizmente a nuestra pareja.

“¿Es que cómo explico que ya no me apetece ir con mis amigas de siempre? No conecto”

“¿Cómo le digo a mi pareja que de verdad no me apetece levantarme temprano y hacer mil cosas?”

Lo sencillo sería decirte: “diciéndolo”, pero la realidad es que nos pesa mucho qué dirán de nosotras; y en el caso de mi pareja “y si no le parece bien”.

Como hemos venido a investigar acerca de nuestros límites personales te lo hago un poco más sencillo:

En cuanto a las amistades:

¿Es necesario cortar al 100%?

¿Puedo verlas a veces?

¿En qué contextos?

 ¿Cuánto tiempo?

¿Esto que siento es de ahora o siempre me he notado fuera?

En cuanto a la pareja:

¿Y si no le parece bien qué?

¿Es posible un término medio?

¿Él o ella me obliga o me siento obligado? Porque a veces sentirnos obligados, no implica que tengamos la obligación. A veces, nuestra pareja responde con un “ah pues no pasa nada”

¿Y si pasa?

Pues toca hablar desde el “no es que no me importes tú, es que yo me importo más y necesito parar”

Marcar límites personales des la maternidad no es nada sencillo.

Salirnos del patrón convencional “buena/mala madre” “buena/mala nuera/hija/trabajadora”, es un reinventarse, un escucharse y para esto hay que DECIDIR que somos nuestra prioridad, porque si tú petas el melón es tuyo de nadie más.

Indira Veloso

Indira Veloso

Coach de Familia

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